El proyecto consiste en tres patios de tamaños distintos para extender el museo hacia el parque y generar un nuevo punto de encuentro a un costado del Museo Tamayo. La forma del pabellón sigue el flujo natural de recorridos de la zona e introduce una nueva experiencia basada en espacios encadenados que enmarcan los árboles existentes, el cielo y el talud lateral del museo que se convierte en una nueva ágora. La propuesta destaca a los visitantes como parte misma de la exhibición al generar una serie de reflejos en el interior, formados por el juego de espejos y de recorridos entre los patios. Por fuera, el pabellón es una pieza casi rectangular, de color negro, y por dentro el pabellón se abre y se multiplica entre reflejos, sombras, patios y la vegetación existente.